Ponzoña

Abro la puerta y entro en la habitación ovalada donde todo es extrañamente blanco, blanquinosa la luz que penetra difusa, como empolvada, a través del ventanal y que a penas permite sombras.
Recorro la estancia hacia Niña que está sentada a la derecha de una mesa vestida de manteles blancos hasta el suelo y su piel que es de ese mismo color de niebla resulta pálidamente fría.
En sus ojos llenos de pupilas negras veo el mate reflejo del umbral entre lo vivo y lo no vivo.
Me acerco sin quererlo hacia Ella, que no puedo apartar la mirada de la escena que compone frente a la mesa y sobre la mesa un plato.
Que has comido niña? - Voy pensando en un silencio que es a la vez escuchado -por que no pareces ya viva...
Ya que lo pides me siento a tu lado aunque me incomoda esa extraña temperatura de tu piel y el aire que no respiras.
Te han picado Niña; ese pequeño perro negro, todo negro, que crece y disminuye y aguijonea, verdad que si?Debió ser él..
Esa canción que recuerdas, yo podría cantarla para ti y tu estarás así acompañada como solicitas en semejante silencio. Oh, Niña! No quiero tocarte porque ya nada es para ti cierto y aunque por un lado te acompañe por otro he de levantarme y huir y me dirijo hacia la izquierda hasta otra puerta alta de estrechas hojas y empujo con ambas manos ansiando el aire de otra atmósfera.
Cruzo al otro lado y él, el que me acompaña va a intervenir, así que habla con voz doble, la que por su boca sale y esa otra voz que de lo alto se escucha.

REGRESA regresa Y y HAZ haz CUMPLIR cumplir TU tu DESTINO destino

¡ Es que está muerta!  Insisto inútilmente, como si tratase de resistirme a algo tan implacable como cierto.
Entro de donde ya salí desandando mis mismos pasos, llevada bajo ese mandato del que no podría desistir.
Frente a mi silla un plato que observo todo lleno de un pez, un pescado que antes era Niña y que ahora me corresponde.
Estoy sentada ante tal guiso, lo como con cubiertos plateados y con cada bocado trago el miedo que me produce comer de lo muerto..